Se le considera un artista precoz, ya a los
catorce años fue discípulo de Cicarelli. En
1869, a los dieciocho años, había hecho ya tales
progresos que se le nombró Profesor de Dibujo de la
Academia de Pintura. En 1875 ganó el concurso para
la beca de Europa con un cuadro religioso, "Aparición
de Jesús a María Magdalena". Fue a París
y expuso, en el Salón de 1877, "La mandolinata";
en 1878, "Le lavoir"; y, en 1879, "La lectura".
Con Cosme San Martín, la generación
del Medio Siglo adquirió su perfil más auténtico.
San Martín puede considerarse como su guía o
caudillo; en su taller, o en un café , se reunían
los miembros de esta generación una vez al mes, para
exponer teorías, y relatar viajes y experiencias. Eran
actos típicamente generacionales.
José Miguel Blanco ha dicho que se reunían
los días 2 de cada mes para charlas de arte. La generación
se había constituido en la "Academia Nocturna",
fundada por el escultor Blanco, la que funcionaba en la casa
del pintor Pascual Ortega. Asistían más de treinta
alumnos, entre ellos Francisco Miralles, autor de "La
lavandera" (Ant. Col. Lobo Parga).
Cualquiera sea el valor pictórico de
las obras de Cosme San Martín, se aprecia en ellas
una mayor fijeza de estilo.
San Martín también se dedica
al retrato. Sus retratos también manifiestan preocupación
objetivista. Según Romera, San Martín no acierta
a establecer un compromiso entre su amor por la realidad más
aparente y la trasposición de esa realidad a un plano
artístico; en cuanto a la naturaleza, esta nada le
decía; no pintó paisajes. Señala Romera:
"Miró hacia un mundo pretérito artificial,
revestido de elementos caducos y fungibles".
Componía diestramente y con sencillez,
y ciertas obras no están exentas de sentimientos, y,
sobre todo, de delicadeza. Su dibujo es correcto y puro, pero
el color, seco y carente de sensibilidad, pesado, sin vibración,
sin transparencia. Logra, sin embargo, con frecuencia, trozos
aislados de gran robustez y fuerza plástica. La calidad
está conseguida, y las sedas, los terciopelos, los
paños, señalan su indudable diferenciación
material.
En algún retrato la pupila del pintor
se mostró más feliz. En "Mujer de perfil"
hay un fino, sensitivo y delicado modelado. Se advierte, además,
un hábil juego de grises, y el negro profundo y transparente
del busto es un trozo de calidad.
Cosme San Martín fue un artista sincero
y un maestro de vocación, con una honrada entrega a
los problemas que plantea la enseñanza de las artes.
En 1886 San Martín fue nombrado director
interno de la Academia de Pintura. Murió en 1906, habiendo
dedicado veinticuatro años a la enseñanza.
Fte.: Extractos de ROMERA, Antonio,
op. cit. en Bibliografía, págs. 50-51 y 52.
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